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Los Primeros Vínculos: la Voz

  • 27 may 2021
  • 2 Min. de lectura

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Los primeros vínculos, o vínculos tempranos, son aquellas relaciones que nos acompañan desde el inicio de la concepción hasta nuestros últimos días. Si, de la manera en que fuimos gestados y el ambiente emocional en el que crecimos desde el vientre materno, va a marcar con fuerza nuestras cualidades, personalidad y elecciones. Ojo, no mirando esto desde el determinismo, pero sí desde la realidad que suponen esas influencias en nosotros.


Y no se trata de decir entonces que debemos estar libres de cualquier adversidad para ofrecer a nuestros hijos “buenos vínculos”. Casi todo lo contrario. Se trata de cómo en las cotidianidades que implica justamente lo que es la vida podemos insertar de manera armónica esta nueva relación que va surgiendo. Relación, que al igual que el bebé mismo y la identidad de los padres, va creciendo y transformándose para alojar a este nuevo ser también en nuestra mente.


A partir de esto cabe destacar el importantísimo rol que tienen diferentes formas de encuentro y contacto. Hablamos de contacto de una manera amplia y diversa; que puede estar facilitada por la voz, la piel, un olor, una mirada. No sólo se trata de tocar en lo concreto piel con piel, se trata de cómo aprovechamos también la riqueza de los canales sensoriales para acercarnos. Sobre todo, en tiempos donde el aislamiento físico es regla, busquemos creativamente el uso de todos nuestros recursos, porque tenemos infinitas posibilidades. Desde ahí quiero citar a la psicoanalista colombiana, Hilda Botero, quien pone el acento en cómo la voz materna/paterna es lo primero que toca, en un sentido profundo y único. Cómo es a través de este canal que comienza una relación de estímulo respuesta, dado que la voz de los padres “aparece” y “desaparece” para el bebé ya desde el embarazo. La voz marca presencia y devela ausencia, construyendo así la antesala de lo que son verdaderamente las relaciones.


Hablarle al bebé que está en el útero reviste entonces una importancia mayor, no sólo para que reconozca ese tono particular porque para su supervivencia es importante; sino porque es esa voz, con sus acentos y musicalidad, la que construye un puente vital para desarrollar los lazos sociales y humanizar a ese ser humano. Nombrar, dialogar, estimular y contener. Parte de las muchas posibilidades que ofrece nuestro lenguaje verbal, y que otorga al bebé un lugar único dentro de la mente de los padres, pero también en la familia y en la sociedad.


No da lo mismo entonces poder responder a un llanto con el lenguaje verbal hasta que los brazos que acogen estén disponibles. O poder ir describiendo a quien está por nacer, cómo es su entorno y qué lugar en la familia ocupa. Todo ello aporta en la construcción de un lugar propio, de la propia identidad que nos ayuda a diferenciar y reconocer lo que nos caracteriza. Además de ser la palabra dirigida intencionalmente, algo así como las estructuras que junto con otras experiencias, van a construir nuestro mundo interno. La voz materna hace posible entonces construir puentes de la relación con nosotros mismos y el entorno que nos rodea ya sea para el niño que está en el vientre, en la incubadora o en casa.

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