Los primeros vínculos: la Mirada
- 9 jun 2021
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Pasamos ahora a detenernos en el rol que tiene la Mirada en la formación del vínculo, sobre todo de los primeros vínculos que como dijimos, nos van articulando como personas.
La razón para abordar esta forma de sentir tiene mucho que ver con poder visibilizar -valga la paradoja- la importancia de conectar visualmente. No sólo en tanto coincidir con los ojos del bebé que buscan constantemente el rostro de la madre, sino de cómo ese encuentro de miradas es también otro puente, otro lazo para comunicar sobre quiénes somos y lo que sentimos.
Quisiera poner de relieve el tema tanto por el fundamental aporte que es la comunicación visual para el desarrollo de la identidad y de la empatía, como por el preocupante escenario que a veces pueden presentarnos las intrusiones de las pantallas.
Poder “mirarse” en el rostro de la madre, le permite al bebé ir reconociendo quién es él en la respuesta que la madre le comunica. Así, van abriéndose los senderos para desarrollar la identidad, pero también la capacidad de empatizar. La mirada entre el bebé y su madre hace que el niño desarolle también las bases de la socialización. Eso, a través de la sincronización cerebral y emocional que se produce cuando se encuentran las miradas atentas e interesadas en el otro.
Lo anterior, sólo por nombrar algunas de las importantes funciones que cumple el intercambio de las miradas en el desarrollo del niño. Si ahora tomamos la realidad de la intrusión de las pantallas, podemos tener un problema. No por usarlas, sino por usarlas en momentos que están especialmente diseñados por la naturaleza para ser instancias generadoras de vínculos. La alimentación (pecho, mamadera, comidas, etc), la muda o el baño son algunos de esos momentos privilegiados. Sabemos que también pueden ser situaciones tensas, o aburridas, largas o cansadoras. Y que es tentador “salir” un rato de aquello; por ejemplo a través de una pantalla.
Pero, la disminución del contacto visual en esas situaciones dificulta entonces la construcción de un intercambio que, sobre todo en los primeros meses de vida, está circunscrito a la mirada, el llanto, el tacto. Así, si vamos quitando la posibilidad de que uno y otro se encuentren en las miradas, vamos también disminuyendo las posibilidades de comunicación de los bebés. Por ejemplo, podríamos pensar que pueden entonces exacerbarse a veces los llantos o la necesidad de contacto físico, no por “maña” sino como llamado de atención para poder sentirse reconocido por el otro.
Podemos pensar el contacto visual como un puente invisible, pero privilegiado, donde el silencio y una conexión más profunda puede desplegarse. Ofrecer calma, presencia y contención en una mirada es una oportunidad disponible para cualquiera, y favorece el crecimiento de un vínculo amoroso para ambos.





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